Transcurridos cuatro meses ya del fallecimiento del ex Presidente Néstor Kirchner, queremos reflexionar sobre su impronta en la historia política argentina reciente, más allá de lo estrictamente circunstancial. Será Kirchner quien continuará la construcción institucional democrática abandonada por Raúl Alfonsín en el aciago fin de semana santo de 1987 con sus famosas ‘Felices Pascuas’, que antecedieron a la Obediencia Debida, el Punto Final y al indulto menemista, que cancelaron la en general, correcta construcción democrática desarrollada hasta allí por el líder radical. De tal forma la impronta kirchnerista se centrará en liquidar democráticamente la impunidad y la atrocidad de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado mandando a la cárcel a los asesinos, violadores, torturadores y ladrones de niños. A partir de allí Kirchner -y luego Cristina Fernández-, obligatoriamente llevará la construcción democrática nacional al lugar abandonado por Alfonsín y renegado por Carlos Saúl y el gobierno de la Alianza. A partir de esa recuperación ética-institucional imprescindible, Kirchner avanzará en la recuperación del Estado-nación argentino destruido por el menemato. Kirchner, un hijo de los setenta que supo guardar silencio durante la dictadura y acumular poder en medios hostiles, al mejor estilo de Juan Perón –un mapuche que llega a general dentro del ejército de Roca-, comenzará una marcha sin renuncios en la reconstrucción de una Patria justa libre y soberana en los tiempos de la tercera etapa de la globalización imperial y en una nueva época histórica indoamericana. Claro que Kirchner no llega allí por casualidad, sino porque el pueblo argentino, retomando sus mejores tradiciones e historia concreta -en el decir gramsciano- había asestado –al costo de 35 muertos y más de 100 heridos de bala- un golpe mortal al modelo neoliberal, en lo económico y en lo político, con su gloriosa rebelión del 19 y 20 de diciembre de 2001. Rebelión que aplastó la construcción económica y política del menemato y la dictadura. Es un indudable mérito histórico de Kirchner el haber entendido que sólo se podía gobernar acompañando el huracán político y social que sacudía al país y no enfrentándolo o negándolo, como pretendió Duhalde o pretendían el conjunto de los políticos pejotistas, radicales y frepasistas alcanzados por el ‘que se vayan todos’ proclamado por el pueblo en la calle. Es así que Kirchner iniciará su presidencia en medio del mayor temblor político que sacudiera la nación, tal vez desde la gesta emancipatoria. El pueblo puro había alcanzado tal grado de movilización y organización política a través de un gigantesco Movimiento Piquetero (expresión genuina de la clase trabajadora desempleada) que recorría todo el país, de las Asambleas Populares (expresión política de los sectores medios urbanos en el mejor estilo de las jornadas de Mayo de 1810) y el movimiento de Empresas Recuperadas que expresaba con nitidez el grado subyacente de conciencia y organización remanente de nuestra clase trabajadora, luego de ser devastada por Martínez de Hoz, Videla, Cavallo y Carlos Saúl. El grado de movilización del pueblo argentino era de tal magnitud que el súper-halcón Donald Rumsfeld, ministro de Defensa de G. W. Bush, supo decir: ‘el problema de la Argentina no es la crisis financiera. El problema argentino es toda esa gente en la calle.’ Esa movilización imponía sólo dos caminos posibles: aplastar militarmente la rebelión como proponían Ruckauf, De la Rúa, Duhalde, Cavallo y Carlos Saúl o, acompañarla para construir una segunda etapa del sistema democrático argentino interrumpido por las ‘Felices Pascuas’ y la traición menemista. Kirchner, tuvo el coraje, la sabiduría y la fidelidad a sus ideales juveniles, como para entender que en realidad el único camino posible era éste último y se puso manos a la obra, comenzando a desmontar pieza por pieza el modelo neoliberal.
Reconstruir el Estado-nación
De allí que el proyecto de Néstor Kirchner se caracterizará por una recuperación gradual y paulatina, pero inflexible, de los derechos del pueblo y los intereses soberanos de la nación, sin apelar jamás a la represión del movimiento popular, cuestión en la que se diferencia de casi todos sus antecesores. La segunda cuestión que Kirchner debía resolver, residía en devolver la primacía de la política por sobre la economía. Y esta cuestión no es moco de pavo para la democracia de un país semicolonial. El pueblo elige al Presidente no a los ministros. Sin embargo a lo largo de nuestra historia y en particular luego de 1955, el verdadero poder residía en los ministros de Economía y no en los presidentes con los ejemplos más lamentables de Carlos Saúl y De la Rua. Kirchner logra en un período breve conducir él la economía y abordar los principales problemas económicos heredados del neoliberalismo. Kirchner logrará mantener y estabilizar la moneda en un tipo de cambio altamente favorable para recuperar el modelo productivo (sólo como ejemplo, una hectárea en Pergamino, pasaría de valer 2500 U$S, en 2001 a 25.000 U$S en 2008), permitiendo la salvación de los productores agropecuarios (los Bancos Nación y Provincia tenían 35 millones de hectáreas hipotecadas), la recuperación de amplias capas empresariales quasi desaparecidas, la reindustrialización de gran cantidad de empresas nacionales (entre 1976 y 2001 se cerraron 220.000 industrias, entre 2003 y 2009 se reabrieron 130.000) permitiendo a su vez la recreación del mercado interno. Este conjunto de políticas productivistas permitirán que la nación crezca al 8-9 % anual entre 2003 y 2010, con excepción de 2009 por la crisis mundial. Estas cifras implican el período de mayor crecimiento en la historia económica del país. Luego en oposición al ministro Lavagna, Kirchner logrará el mayor quite de deuda externa de la historia financiera internacional, logrando reducirla en un 65%. Esto unido a una política de permanente desendeudamiento permitió que la deuda externa pasara de representar el 80% del PBI en 2003 al 30% en la actualidad, un logro meritorio de amor a la Patria. En contrario a las políticas aplicadas desde 1976 en adelante, Kirchner hará las mayores inversiones en obra pública que se recuerden desde 1945, recuperando empleo, infraestructura, vivienda, escuelas y obra estratégica. Aplicará una correcta política de retenciones a las materias primas recuperando parte del financiamiento del Estado destruido por el neoliberalismo, y evitando que los precios internacionales de las materias primas afecten el consumo interno de los argentinos. De hecho será el primer gobierno desde 1973 que aplicará una política especial de protección y ampliación del mercado interno y del consumo popular, evitando que el modelo agroexportador sojero disparara los precios internos de los alimentos. Aplicará una correctísima política de crecimiento de reservas y superávit financiero que dotarán a la nación de las mayores reservas de su historia, colocándola en una situación inmejorable para recuperar su soberanía política, lo cual permitió pagarle al FMI y liberarnos de su tutela imperial impuesta en 1955. Esta política será acompañada por un tercer factor que consistirá en un accionar concreto y permanente de recuperación del ingreso de los sectores populares, a pesar de que algunas medidas –como la asignación universal por hijo- se retrasaran varios años. La distribución del ingreso a favor de los sectores populares sufrirá un aumento permanente hasta llevarnos hoy, a poseer la mejor distribución del ingreso de toda Indoamérica. Su política de lograr que más de dos millones de jubilados expulsados del sistema provisional por Cavallo, pudieran incorporarse al mismo, es uno de los mayores logros de reparación social de nuestra historia, medida que sería completado en el gobierno de Cristina Fernández con la reestatización del sistema jubilatorio, tal vez la medida estructural de cambio de modelo más profunda propuesta por el kirchnerismo. Medida que además permitió a los trabajadores volver a pensarse como clase pues los trabajadores de hoy pagan la jubilación a los de ayer y así de seguido, eliminando el concepto individualista y anticlasista de las AFJP. La recuperación casi inmediata del movimiento obrero luego de la reestatización del sitema jubilatorio está directamente vinculado a esta medida, revolucionaria si se la mide en los términos de la devastación neoliberal. De la misma manera los cuatro millones de empleos creados, permitieron comenzar a arrasar la miseria y fueron devolviendo a la clase trabajadora a su lugar central en la sociedad. Es bueno recordar que casi no hubo huelgas, paritarias, ni accionar sindical decisivo entre 1989 y 2001, a partir de 2003-2004 los sindicatos comienzan a recuperar su rol gracias a la generación creciente de empleo. Estas políticas se acompañaron de un accionar que impidió el aumento permanente de las tarifas públicas congelándolas durante un largo ciclo, acabando con el modelo de saqueo al pueblo instaurado por el menemato. Su política de subsidios a los servicios públicos fue central para mantener los niveles de ingresos de la población carenciada y al mismo tiempo para mejorar la infraestructura nacional, aun cuando podría haber cabido la posibilidad de haber avanzado en mayores renacionalizaciones de servicios públicos. Estas y otras medidas estructurales esenciales que no vamos a enumerar por respeto al espacio, permitieron que el Estado-nación se recuperase en un tiempo histórico muy breve y la Argentina posea hoy una solidez estructural envidiada y aplaudida en el mundo entero, en medio de una devastadora crisis estructural internacional.
Un protagonista central del nuevo tiempo histórico continental
Si bien algunas de las medidas que consolidaron este modelo fueron tomadas durante el gobierno de Cristina Fernández, entendemos que se trata del mismo proyecto y que por ende los méritos históricos corresponden a ambos. Una vez consolidada la recuperación del estado-nación correspondía consolidar el sistema democrático abordando ahora la democratización de las bases materiales del mismo, ya no bastaba con acabar con la impunidad sino que había que acabar con la impunidad del poder económico que controlando lo medios de comunicación, puede ejercer un rol de dominio sobre la sociedad en su conjunto. Así a partir del conflicto con los rentistas sojeros por la resolución 125, surgió claramente que para poder avanzar más en la distribución de la renta nacional, hacían falta medios de comunicación de la democracia y se llegó a la Ley de Medios de la democracia, una de las mayores revoluciones culturales de nuestra historia. Ley que permitirá una construcción plural democrática y colectiva de un nuevo poder popular, que necesariamente debe acompañar este proceso de cambio estructural argentino y continental. La ley de Matrimonio Igualitario, la democratización del acceso al fútbol –una de las mayores construcciones colectivas del pueblo argentino- y la televisión digital gratuita completan por ahora, esta profunda transformación democrática de la sociedad nacional.
Por último, pero primero en orden estratégico, Kirchner fue decisivo en profundizar este nuevo tiempo histórico continental inaugurado por la gran Revolución Bolivariana Venezolana. Fue Néstor Kirchner quien tuvo el coraje -a nombre de toda Sur América- de decirle no al ALCA en Mar del Plata, dejando a George W. Bush pedaleando en el aire. Fue él quien promovió la fuerte alianza con Venezuela y Brasil, dando impulso y sustento profundo a la unidad continental. Argentina, Brasil y Venezuela pueden, por su poderío económico, estratégico, territorial e histórico, liderar -eludiendo deseos hegemónicos- la transformación y unidad del continente en forma concreta. El hecho simbólico de que de Argentina y Venezuela hayan partido los ejércitos libertadores de la gran Revolución Emancipatoria tampoco puede dejarse de lado, sobre todo en tiempos del Bicentenario. Kirchner entendió cabalmente, la aguda y amarga sentencia de Perón, ya en su exilio, en el sentido de que sin la unidad continental la liberación de Indoamérica era imposible. Cabe destacarse su rol de apoyo personal y político a Evo Morales, ayudándolo a desenredarse de los viejos apotegmas de la izquierda dogmática para poder construir un nuevo poder popular y de gobierno concreto en los tiempos que corren, accionar que fuera reconocido por Evo al señalar para mi, Kirchner es como un padre. Kirchner –y también Cristina Fernández- fueron decisivos en impedir la guerra entre Ecuador y Colombia, la agresión separatista boliviana y la brutal provocación de Álvaro Uribe contra Venezuela. De tal forma su rol fue fundamental en la construcción de este nuevo tiempo americano, donde él, Lula, Chávez, Evo y Correa han abierto las exclusas de un hermoso futuro para el continente.
Así Néstor Kirchner entra en la historia como el hombre que supo estar a la altura de la demanda histórica que le tocó vivir, que recuperó el Estado-nación argentino devastado, depuró el sistema democrático y jugó un rol decisivo en la construcción del nuevo tiempo americano. Pero esencialmente -y por ello la masividad, emotividad y la avasallante presencia juvenil de sus exequias- Néstor Kirchner fue quien devolvió al pueblo argentino las ganas de creer en el futuro, de seguir sintiéndose orgullosos de ser argentinos y argentinas, devolviendo a la política su rol principal: ser la herramienta transformadora de la sociedad. En un sentido profundo Kichner, nos devolvió la esperanza lo cual ya sería suficiente para ocupar un lugar destacado en la historia, pero además abrió el camino de la Tercera Etapa del Movimiento Nacional Popular y Revolucionario del pueblo argentino en tanto indoamericano. Pero, a pesar de todo esto, como nos duele su temprana muerte.
* Director del Instituto de Formación de la Central de Movimientos Populares
"Se me caen las lágrimas no sólo porque la amo sino porque la admiro. (...) Me siento orgulloso de la compañera que tengo" (Nestor Kirchner 1950 - 2010)
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