La Catrina

Hace unos años atrás tuve la fortuna de conocer Mexico. Estuve por un viaje relativamente corto de un mes en donde conocí el DF y Morelos. Y luego durante unos meses dentro de una beca de estudios, que aproveché para conocer mucho más en detalle ese apasionante país.
La cultura mexicana me llegó y mucho. Además de conocer de modo directo la producción artistica de Diego Rivera o Frida Kahlo, entre otrxs a quienes admiraba por su producción y activismo, disfruté mucho el conocer las tradiciones y el sentir del pueblo.
Tengo que confesar que las costumbres gastronomicas no me gustaron nada, y le huía bastante a comer en los puestos callejeros. Pero mi mayor delirio fue presenciar como en Mexico se vive el Día de los Muertos.
Para ellxs tanto la vida como la muerte no son actos pomposos. Lejos del dramatismo que impera en otras culturas y pueblos, donde la muerte es un ritual trágico y doloroso de separación, de pérdida; en Mexico el día de los muertos es una celebración que recuerda que la muerte permanece siempre cercana a la vida; una continuación de la vida.
Por eso ni bien pise mi actual trabajo me llevé conmigo, una Catrina para que me acompañe.



El horror inicial de mis compañerxs, que la veían como un elemento de algún aquelarre, dió paso a la adopción colectiva de la Catrina como mascota del laburo. En una muestra de ingenio, la Catrina se sumó al equipo en un rol casi diría clave. Porque si tirás para abajo de la Catrina, tiene un mecanismo por el cual comienza a hacer un ruido fuerte que invade todas las dependencias. Entonces cuando mi jefa pone un pie fuera del taxi, alguna mano solidaria tira de la cuerda de la Catrina y esta resuena en todo el laburo. Eso nos da los minutos necesarios para organizarnos, ante el inminente comienzo del show.






Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta. Proverbio